Author/Uploaded by Lena Svensson
Esta novela va dedicada a los fieles lectores de Greta Lindberg; a los que siguieron sus aventuras detectivescas desde el primer caso y esperaron su regreso con ansias. La pelirroja volvió por ustedes y para ustedes. Chiquitita, sabes muy bien que las penas vienen y van y desaparecen otra vez vas a bailar y serás feliz, ...
Esta novela va dedicada a los fieles lectores de Greta Lindberg; a los que siguieron sus aventuras detectivescas desde el primer caso y esperaron su regreso con ansias. La pelirroja volvió por ustedes y para ustedes. Chiquitita, sabes muy bien que las penas vienen y van y desaparecen otra vez vas a bailar y serás feliz, como flores que florecen. Chiquitita, no hay que llorar las estrellas brillan por ti allá en lo alto, quiero verte sonreír para compartir tu alegría, Chiquitita Fragmento de la canción Chiquitita, de ABBA PRÓLOGO El día de la desaparición un ruido extraño la despertó en medio de la noche. Primero pensó que se trataba del gato del vecino que solía colarse en el patio para atrapar ratones. Después, cuando la sombra de una silueta humana se recortó contra la ventana, su corazón se aceleró. Quiso encender la lámpara, y aunque el miedo le impedía razonar con normalidad, sabía que lo mejor que podía hacer era mantenerse en la oscuridad. El lado izquierdo de la cama estaba vacío. Su esposo todavía no había llegado de viaje y su pequeño hijo de tres años dormía en la habitación contigua. Estiró el brazo para buscar el teléfono. Le temblaba tanto la mano que no fue capaz de alcanzarlo. Un sudor helado bajó por su espalda CAPÍTULO 1 La alarma del despertador sonó un buen rato antes de que el brazo de Greta se asomara por debajo de las mantas. Había estado leyendo hasta tarde la noche anterior y ahora le costaba espabilarse. Por el rabillo del ojo descubrió que el otro lado de la cama se encontraba vacío. No se oían ruidos en la cocina, por lo que dedujo que Mikael ya se había marchado a la estación de Policía. Cuando miró la hora en el teléfono, se deshizo de todo lo que la cubría y se levantó deprisa. Apenas puso los pies sobre la alfombra, escuchó que Miss Marple aleteaba con ímpetu para anunciar su llegada. —¿Qué haces, bandida? —le preguntó, extendiendo la mano hacia la lora gris africano que llevaba con