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Quién mueve los hilos: Intriga, crimen y misterio en las altas esferas (Spanish Edition)

Author/Uploaded by Lorena Franco

QUIÉN MUEVE LOS HILOSLorena Franco No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea este electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito del autor. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de deli...

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QUIÉN MUEVE LOS HILOSLorena Franco No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea este electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito del autor. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (Art. 2170 y siguientes del Código Penal). Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra. Puede contactar con CEDRO a través de la web o por teléfono en el 91 702 19 70 / 93 272 04 47.Quién mueve los hilos, 2019Copyright © Edición original 2019 por Lorena FrancoPublicación en Kindle Direct Publishing, 2023Código registro SafeCreative: ©1801095319997Diseño de la cubierta por J. BrescóImágenes cubierta: ©amoklv ©scyther5 ©ysbrandcosijn / IstockPhotoEsta novela fue publicada en la editorial Esfera de los libros desde 2019 hasta 2023.Todos los derechos están reservados. ÍNDICELA EXTRAÑA QUE HAY EN MÍMARZOABRILMAYOJUNIOJULIO A mis padres. LA EXTRAÑA QUE HAY EN MÍ La noche de San JuanMartes, 23 de junio de 2015Aún, inocente de mí, te espero. Hace tres horas que he llegado a nuestro lugar secreto: la cabaña situada en un rincón perdido y alejado de un diminuto pueblo de los Pirineos para que ni siquiera sus aldeanos supieran de nuestra existencia.Desde las ventanas, empañadas por el frío de la noche, solo puedo vislumbrar el bosque, un camino de tierra descuidado, campos alrededor y altas montañas que, en unos meses, dejarán atrás su color verde para dar paso al blanco de las nevadas de invierno.En mi imaginación te contemplo, de espaldas a mí, desde esta misma ventana en la que me encuentro hoy. Te gustaría ver cómo en invierno los copos de nieve caen finos y elegantes sobre la tierra húmeda. Pero no hay nieve. Es verano. Es la noche de San Juan, la noche en la que habíamos quedado, y tú, en realidad, nunca has estado aquí. Por un instante, te dejo de imaginar y me conformo con la nada y la soledad.En ocasiones, si la niebla que aparece incluso en la época estival lo permite, las tenues luces del pueblo, a lo lejos, se dejan ver. Mi cabeza sigue creando fantasías y ahí estamos los dos, sentaditos en el porche con una manta y una copa de vino tinto Vega Sicilia, tu preferido.Por mucho que pegue mi cara contra el cristal de la ventana de la cocina, apenas puedo ver nada más allá de mi Audi. ¿Te habrá pasado algo? El camino es peligroso; las curvas, asociadas con la bruma de la zona, no son una buena combinación. No conoces el camino del que tantas veces te he hablado.—Nunca nos descubrirán —te dije, cuando te hablé de este lugar que compré para nosotros, cuando solo hacía cuatro meses que empezamos a ser amantes. Este iba a ser nuestro refugio y rincón secreto.Pienso en el siguiente paso. Qué es lo que debo hacer. Es lo único en lo que he estado pensando a lo largo de estos meses. Pero entonces, cuando más perdida estaba, llegó el mensaje que llevaba tiempo esperando:Te espero en la cabaña la noche de San Juan.S.Enciendo un cigarro para distraerme y expulsar toda esta mierda que me reconcome por dentro. Inhalar humo, exhalar humo. La toxicidad de la nicotina y el alquitrán se mezclan con el vaho; voy a por una chaqueta de lana que tengo guardada en el armario y me abrigo más de lo que ya lo estoy. Hace mucho frío. Aquí siempre hace frío, incluso en verano, y todavía más cuando cae la noche.«Ojalá estés vivo. Escondido, para que no te encuentren», murmuro, al mismo tiempo que me tambaleo por los suelos de madera vieja que crujen a cada paso que doy, apretando los dedos contra mi sien debido a una migraña horrible que nubla mi mente. Rezo a un Dios en el que no creo, esperando el milagro de verte aparecer con una media sonrisa y los ojos abiertos e ilusionados al descubrir mi cara de sorpresa al saber que nunca te has ido y he seguido confiando en ti y en tu verdad. Que sigues aquí. Que estás bien. Que siempre, a pesar de lo que me dijeran o llegase a pensar, confié en ti. Tu mensaje me ilusionó cuando creía que habías muerto o incluso cuando las voces envidiosas me dijeron que tú no existías. Qué sabrán ellos. Qué sabrá ella.Cuando el cigarro, apurado al máximo, se consume, enciendo otro. Y luego otro y otro... El reloj de pared que hay en la cocina marca las once menos cuarto de la noche y, por cada segundo que pasa, mi esperanza de que todo haya sido una broma pesada se esfuma. Es real. Está pasando. Me has engañado; no sé quién eres en realidad.Estoy temblando. Por primera vez en mucho tiempo vuelvo a ser aquella niña indefensa adoptando una posición fetal en la esquina de un deprimente dormitorio para no volver a ser golpeada. Indefensa, traumatizada, triste y sola. Sola.Camino dos pasos desde el sofá hasta la cocina y me da por comprobar si la máquina de café funciona, pero luego me doy cuenta de que no hay café en la despensa y tengo que reprimir mis ganas de consumir cafeína para mantenerme despierta.Me pesan los párpados. Necesito cerrar los ojos y dormir. ¿Cuánto tiempo hace que no duermo? ¿Dos días? ¿Quizá tres? El récord está en dieciocho días, veintiuna horas y cuarenta minutos, casi diecinueve días en los que un hombre soportó estar despierto y, como consecuencia, terminó con fuertes alucinaciones, ataques constantes de paranoia y problemas psicomotores. Como siga así, voy por el mismo camino, aunque a las alucinaciones y a la paranoia ya estoy acostumbrada.Hace dos horas que he terminado la botella de whisky que dejé no sé cuándo en la despensa. Pero el estado de embriaguez y la falta de sueño no impiden que me percate de

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