Author/Uploaded by Jennifer Torres
Contents Portadilla Dedicatoria Contenido Capítulo 1 Capítulo 2 Capítulo 3 Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7 Capítulo 8 Capítulo 9 Capítulo 10 Capítulo 11 Capítulo 12 Capítulo 13 Capítulo 14 Capítulo 15 Capítulo 16 Capítulo 17 Capítulo 18 Capítulo 19 Capítulo 20&...
Contents Portadilla Dedicatoria Contenido Capítulo 1 Capítulo 2 Capítulo 3 Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7 Capítulo 8 Capítulo 9 Capítulo 10 Capítulo 11 Capítulo 12 Capítulo 13 Capítulo 14 Capítulo 15 Capítulo 16 Capítulo 17 Capítulo 18 Capítulo 19 Capítulo 20 Capítulo 21 Capítulo 22 Capítulo 23 Capítulo 24 Capítulo 25 Capítulo 26 Capítulo 27 Capítulo 28 Agradecimientos Sobre la autora Página legal Guide Cover Portadilla Dedicatoria Contenido Capítulo 1 Agradecimientos Página legal Pagebreaks of the print version Cover Page iii v 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27 28 29 30 31 32 33 34 35 36 37 38 39 40 41 42 43 44 45 46 47 48 49 50 51 52 53 54 55 56 57 58 59 60 61 62 63 64 65 66 67 68 69 70 71 72 73 74 75 76 77 78 79 80 81 82 83 84 85 86 87 88 89 90 91 92 93 94 95 96 97 98 99 100 101 102 103 104 105 106 107 108 109 110 111 112 113 114 115 116 117 118 119 120 121 122 123 124 125 126 127 128 129 130 131 132 133 134 135 136 137 138 139 140 141 142 143 144 145 146 147 148 149 150 151 152 153 154 155 156 157 158 159 160 161 162 163 164 165 166 167 168 169 170 171 172 173 174 175 176 177 178 179 180 181 182 183 184 185 186 187 188 189 190 191 192 193 194 195 196 197 198 199 200 201 202 203 204 205 206 207 208 209 210 211 212 213 214 215 216 217 218 219 220 221 222 223 224 225 226 227 228 229 230 231 232 233 234 235 236 237 238 239 240 241 243 244 245 iv Para Alice y Soledad, y todos los estudiantes que se mantuvieron riendo, aprendiendo y avanzando, y para todos los maestros que los apoyaron Portadilla Dedicatoria Capítulo 1 Capítulo 2 Capítulo 3 Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7 Capítulo 8 Capítulo 9 Capítulo 10 Capítulo 11 Capítulo 12 Capítulo 13 Capítulo 14 Capítulo 15 Capítulo 16 Capítulo 17 Capítulo 18 Capítulo 19 Capítulo 20 Capítulo 21 Capítulo 22 Capítulo 23 Capítulo 24 Capítulo 25 Capítulo 26 Capítulo 27 Capítulo 28 Agradecimientos Sobre la autora Página legal Algunas catástrofes se acercan de puntillas para sorprenderte, pero si te tomas el tiempo para analizarlas, te das cuenta de que deberías haberlas visto venir. ¿Usted nunca ha visto videos viejos de los Juegos Olímpicos de Invierno? Un segundo estás mirando a una patinadora dar un salto en el aire y, al siguiente, la ves levantándose del suelo; y todo en un abrir y cerrar de ojos. Pero si vuelves a mirar el video cuadro por cuadro, te das cuenta de que desde que la patinadora despegó estaba claro que no conseguiría realizar el salto. Aunque es posible que usted no acostumbre a ver videos viejos de patinaje. Supongo que lo que estoy tratando de decir es que probablemente debí haber visto venir la catástrofe. Por ejemplo, esa semana en la que cada vez que un estudiante estornudaba en clases, otro decía “¡Lo pescaste!”. O ese viernes por la noche en el que en lugar de ver los habituales programas de televisión tontos de los noventa, mi mamá nos hizo fabricar un desinfectante casero mezclando aloe vera con alcohol que encontramos en el fondo de un gabinete del baño. La cuestión es que la gente siempre dice cosas odiosas en la escuela (sin ofender), y mi mamá siempre tiene algún proyecto casero entre manos. Por eso ninguna de esas cosas me pareció rara en ese momento. Pero una semana después al terminar la escuela, me puse, como siempre, a esperar a mi hermana afuera del laboratorio de informática, y como siempre, ella se demoró. Me preocupaba que me hiciera llegar tarde a la clase de patinaje. Era lunes, el día del cierre del periódico, y Raquel siempre tiene una historia más que editar o una foto más que aprobar antes de que la nueva edición de El Espejo de Manzanita salga a primera hora del martes. Estaba a punto de sacarla a rastras del laboratorio cuando recibí un mensaje de texto. Era de J’Marie, mi entrenadora. Por un instante pensé que me escribía para preguntarme por qué tardaba tanto, pero entonces leí el mensaje. “Oye, Lucinda, cerraron la pista de patinaje a causa del nuevo virus. Nadie quiere enfermarse. Parece que tendremos que cancelar la clase”. Tuve que leerlo dos veces. No porque no comprendiera lo que decía, sino porque no podía creerlo. El caso es que me estaba preparando para una competencia importante, el Campeonato de Patinaje Artístico de la Costa del Pacífico, y tenía que practicar la pirueta baja. Era como si un segundo estuviera camino a mi clase de patinaje y, al siguiente, mis planes se hubieran cancelado; y todo en un abrir y cerrar de ojos. Así que, para contestar su pregunta, creo que ese fue el momento en que me di cuenta de que todo había cambiado, pero probablemente debí haberlo notado mucho antes. Lucinda Mendoza cerró el cuaderno, tachó “reflexión diaria” de la lista de tareas y le puso la tapa a la pluma. Después pasaría a la computadora lo que acababa de escribir y lo subiría al archivo “Diario de cuarentena” de la clase en línea de la Sra. King. Por ahora, su hermana Raquel estaba usando la laptop, en una reunión para cerrar la próxima edición del periódico escolar. Ya se habían terminado las clases, pero al fin y al