Medianoche


 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 Traducción de Guiomar Manso
 
 
 
 
 
 Argentina – Chile – Colombia – España Estados Unidos – México – Perú – Uruguay
 
 
 
 Título original: Namesake
 Editor original: Wednesday Books, un sello de St. Martin’s Publishing Group
 Traducción: Guiomar Manso de Zuñiga Spottorno
 1.ª edición: enero 2022
 Reservados todos los derechos. Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, incluidos la reprografía y el tratamiento informático, así como la distribución de ejemplares mediante alquiler o préstamo públicos.
 © 2021 by Adrienne Young
 Publicado en virtud de un acuerdo con el autor, a través de c/o Baror International, Inc. Armonk, New York, USA
 All Rights Reserved
 © de la traducción 2022 by Guiomar Manso de Zuñiga Spottorno
 © 2022 by Ediciones Urano, S.A.U.
 Plaza de los Reyes Magos, 8, piso 1.º C y D – 28007 Madrid
 www.mundopuck.com
 ISBN: 978-84-17854-75-1
 E-ISBN: 978-84-19251-71-8
 Depósito legal: B-15010-2022
 Fotocomposición: Ediciones Urano, S.A.U.
 Impreso por: Rodesa, S.A. – Polígono Industrial San Miguel Parcelas E7-E8 – 31132 Villatuerta (Navarra)
 Impreso en España – Printed in Spain
 
 
 
 Para mamá,
 que me enseñó a ser fuerte
 
 
 
 PRÓLOGO
 Mi primera inmersión vino seguida de mi primer vaso de aguardiente.
 El mar entero vibraba con el sonido de las gemas mientras nadaba en pos de la silueta de mi madre, hacia el manchurrón de luz que rielaba sobre la superficie del agua.
 Me ardían las piernas de tanto patalear contra el peso del cinturón de dragador, pero Isolde había insistido en que lo llevara incluso en mi primer descenso a los arrecifes. Hice una mueca, el corazón acelerado en mi pecho dolorido y por fin salí a la superficie bajo un cielo lleno de luz.
 Lo primero que vi cuando mis ojos se enfocaron fue a mi padre, que me miraba por el costado de babor del Lark, los codos apoyados en la barandilla. Llevaba desplegada en la cara una de sus escasas sonrisas. Una que hacía centellear sus ojos azules como las chispas que saltan al golpear el pedernal.
 Mi madre me arrastró por el agua y me izó para que pudiese agarrarme al último peldaño de la escala. Trepé por ella, temblando de frío. Saint me esperaba arriba para envolverme entre sus brazos en cuanto pasé por encima de la borda. Después, echó a andar por la cubierta conmigo en brazos, el agua del mar goteando de mis manos y mi pelo.
 Entramos en las dependencias del timonel y Saint quitó la colcha de su cama para envolverme en su aroma a gordolobo especiado. Mi madre entró por la puerta un momento después y observé cómo mi padre llenaba de aguardiente de centeno uno de sus vasos verde esmeralda.
 Lo dejó en el centro de su escritorio y yo lo levanté y lo hice girar de modo que los rayos de sol se fracturaran y centellearan sobre sus facetas.
 Saint esperó, un lado de su bigote levantado en una sonrisa mientras me llevaba el vaso a los labios y me bebía el aguardiente de un trago. El ardor floreció en mi garganta, bajó como una exhalación hasta mi estómago y bufé, tratando de respirar a través de ello.
 Mi madre me miró entonces, con algo en los ojos que no había visto nunca antes. Una especie 
 UNO
 El golpe de una polea sobre la cubierta me hizo parpadear y, de repente, el luminoso mundo a mi alrededor volvió a toda velocidad. Pisadas sobre la madera. Sombras en el puente de mando. El chasquido de velas ondeando en el palo mayor.
 El dolor estalló en mi cabeza mientras guiñaba los ojos contra el resplandor del sol y contaba. Había al menos veinte miembros en la tripulación del Luna, probablemente más con los niños callejeros de Waterside que habría a bordo. Tenía que haber uno o dos bajo cubierta o escondidos en las dependencias del timonel. No había visto a Zola desde que había despertado en su barco y las horas pasaban despacio a medida que el sol caía por el oeste a un ritmo agónico.
 Se oyó un portazo en el pasillo y el dolor de mi mandíbula resucitó cuando apreté los dientes. Las fuertes pisadas de Clove cruzaron la cubierta mientras se dirigía al timón. Sus manos rudas encontraron las astas y fijó la mirada en el horizonte en llamas.
 No había visto al piloto de mi padre desde aquel día en Jeval hacía cuatro años cuando Saint y él llevaron el bote de remos hasta aguas poco profundas y me abandonaron en la playa. Pero conocía bien su cara. La reconocería en cualquier sitio porque estaba grabada a fuego en casi todos los recuerdos que tenía. Del Lark. De mis padres. Él estaba siempre ahí, incluso en los fragmentos más antiguos, más rotos, del pasado.
 Clove no se había dignado dirigirme la mirada desde el primer momento en que lo vi, pero por la forma en que mantenía la barbilla levantada, la forma en que deslizaba la vista por encima de mi cabeza, noté que sabía a la perfección quién era yo.
 Él había sido mi única familia aparte de mis padres y, la noche en que el Lark se hundió en la Trampa de las Tempestades, me había salvado la vida. Aunque luego no había mirado atrás ni una sola vez cuando mi padre y él izaron velas y se alejaron de Jeval. Tampoco había regresado nunca a por mí. Cuando encontré a Saint