Author/Uploaded by Julia London
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO si necesita reproducir algún fragmento de esta obra. www.conlicencia.com - Tels.: 91 702 19 70 / 93 272 04 47 Editado po...
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO si necesita reproducir algún fragmento de esta obra. www.conlicencia.com - Tels.: 91 702 19 70 / 93 272 04 47 Editado por Harlequin Ibérica. Una división de HarperCollins Ibérica, S.A. Núñez de Balboa, 56 28001 Madrid 2020, Dinah Dinwiddie © 2023 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A. Princesa de repente, n.º 268 - enero 2023 Título original: A Princess by Christmas Publicada originalmente por HQN™ Books Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A. Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia. ® Harlequin, HQN y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited. ® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países. Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados. I.S.B.N.: 9788411414968 Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L. Índice Créditos Capítulo 1 Capítulo 2 Capítulo 3 Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7 Capítulo 8 Capítulo 9 Capítulo 10 Capítulo 11 Capítulo 12 Capítulo 13 Capítulo 14 Capítulo 15 Capítulo 16 Capítulo 17 Capítulo 18 Capítulo 19 Capítulo 20 Capítulo 21 Capítulo 22 Capítulo 23 Capítulo 24 Capítulo 25 Capítulo 26 Capítulo 27 Capítulo 28 Capítulo 29 Capítulo 30 Capítulo 31 Epílogo Si te ha gustado este libro… Capítulo 1 Londres, Inglaterra 1847 En el día de ayer arribaron al puerto de Londres tres barcos con la bandera verde y azul de Alucia. A bordo llegaba la delegación oficial que participará en la cumbre de paz entre Wesloria y Alucia, que se celebrará en nombre de Su Majestad, la reina Victoria. Hay grandes expectativas, y la esperanza de que las dos naciones vecinas puedan alcanzar, por fin, un acuerdo de paz. Su Majestad dará la bienvenida a los dignatarios en el St. James Palace. La recepción marcará el comienzo oficial de las negociaciones. La firma de un acuerdo de paz entre las dos naciones es un objetivo loable, por supuesto, pero ¿es algo factible para dos países que llevan luchando durante generaciones por las mismas tierras? ¿Podría darse el caso de que la ruptura familiar que divide a las dos naciones sea tan definitiva que no tenga solución? En el momento de escribir estas líneas, corren rumores de que existen peligrosas conspiraciones. Por supuesto, tenemos el firme propósito de mantener informados a nuestros lectores de los posibles acontecimientos. Señoras, la Navidad se acerca, así que es el momento de encargar trajes nuevos para nuestros maridos e hijos, de modo que tengan la ropa preparada antes del Año Nuevo. Taylor and Sons, de Savile Row, acepta encargos en estos momentos. Revista Honeycutt de moda y hogar para damas La viuda Hollis Honeycutt esperaba con irritación a las puertas del St. James Palace. Para empezar, estaba en medio de un grupo de caballeros que hablaban en voz muy alta y en diferentes idiomas, sin preocuparse de las otras conversaciones que pudieran tener lugar a su alrededor. A una mujer apasionada, de cierta edad, que echaba de menos a su difunto marido, tal vez le hubiera resultado embriagadora la mezcla de olores de tabaco y cítricos que desprendían algunos de aquellos hombres privilegiados, pero a Hollis no le gustaba que su masculinidad presionara su feminidad. No dejaban de darle empujones y pedirle disculpas. Le sacaba de quicio tener que hacer cola para tomar el té con su propia hermana. No era culpa suya que Eliza Tricklebank, antigua residente de la modesta Bedford Square de Londres, se hubiera convertido en duquesa de Tannymeade y futura reina de Alucia por su matrimonio con el príncipe heredero, y, por lo tanto, fuera la invitada de la reina Victoria. Eliza seguía siendo su hermana, y no era justo que ella tuviera que esperar como una mendiga a las puertas del palacio para poder verla. Y todavía estaba enfadada por su encuentro de aquel día con el odioso y condescendiente señor Shoreham, que la había despachado sin miramientos. Por desgracia, no era la primera vez que la trataban así, ya que llevaba semanas manteniendo una disputa filosófica con los caballeros de la Biblioteca de Londres. Donovan, su criado, estaba a su lado, observando con los ojos a medio cerrar los movimientos de los caballeros a medida que el grupo avanzaba lentamente hacia la garita de la entrada. Él era el único hombre de su vida a quien no le importaba lo mucho que ella pudiera charlar… Bueno, aparte de su padre, por supuesto. Y de lord Beckett Hawke, su amigo. A Beck no le importaba, aunque tampoco escuchaba una palabra. Donovan siempre la escuchaba con suma paciencia y, si ella se lo pedía, él le daba su opinión. Algunas veces, se la daba aunque ella no se la pidiera. Cosa que hizo en aquel momento. Dijo: —Si me permite que se lo diga, uno de los problemas que tenemos aquí es que es usted muy obstinada. Hemos notado ese rasgo de personalidad más veces en usted, ¿verdad? Ella chasqueó la lengua. —Reconozco que, algunas veces, puede que sufra de terquedad, pero esta vez tengo razón. Donovan se echó a reír. La cola siguió avanzando. Él posó la mano en su espalda y la empujó suavemente hacia delante. Hollis no veía nada