La última noche en el Club del Telégrafo

CONTENIDO PARTE I Puedo soñar, ¿no? Prólogo Capítulo 1 Capítulo 2 Capítulo 3 Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7 Capítulo 8 Capítulo 9 Grace PARTE II Disfruto ser una chica Capítulo 10 Capítulo 11 Capítulo 12 Capítulo 13 Capítulo 14 Capítulo 15 Capítulo 16 Capítulo 17 Capítulo 18 Joseph PARTE III Solo tengo ojos para ti Capítulo 19 Capítulo 20 Capítulo 21 Capítulo 22 Capítulo 23 Capítulo 24 Judy PARTE IV El Barrio Chino, mi Barrio Chino Capítulo 25 Capítulo 26 Capítulo 27 Capítulo 28 Capítulo 29 Grace PARTE V Vida exuberante Capítulo 30 Capítulo 31 Capítulo 32 Capítulo 33 Capítulo 34 Capítulo 35 Capítulo 36 Capítulo 37 Capítulo 38 Judy PARTE VI Amor secreto Capítulo 39 Capítulo 40 Capítulo 41 Capítulo 42 Capítulo 43 Capítulo 44 Capítulo 45 Capítulo 46 Capítulo 47 Capítulo 48 UN AÑO DESPUÉS Epílogo Nota de la autora Bibliografía selecta Agradecimientos Acerca del autor Créditos Planeta de libros A todas las butches y femmes del pasado, presente y futuro. Prólogo Las participantes del Concurso Señorita del Barrio Chino estaban agrupadas detrás de una mampara cerca del escenario. No habían estado ahí cuando Lily Hu pasó por esa misma área quince minutos antes, camino a los baños, había algo llamativo en su repentina aparición. Lily tenía trece y no podía acordarse si alguna vez había visto un grupo de chicas chinas como este: en trajes de baño y tacones, con su cabello y maquillaje perfectos. Se veían tan estadounidenses. Ella caminó un poco más lento. El concurso estaba por comenzar y se perdería las presentaciones si se quedaba aquí. Debería regresar a la manta de pícnic de su familia que estaba en el jardín frente al escenario, pero estaba haciendo tiempo, tratando de que no pareciera que las estaba mirando. Eran una docena de chicas y sus trajes de baño eran blancos o negros, verde mar o verde bosque, de una pieza o bikini. Sus brazos y piernas estaban descubiertos debajo de aquel sol ardiente de mediodía, y sus brillantes cabelleras negras y rizadas estaban peinadas perfectamente. Labial rojo brillante en sus bocas; barniz escarlata en sus uñas; piel suave y bronceada. Cada chica era una variación del mismo tema. Sus zapatos de tacón se estaban hundiendo en el suelo de hierba. Cada tanto, una de ellas levantaba su pie para asegurarse de que su tacón no se había atorado en la tierra húmeda, como los cervatillos de patas delgadas en Bambi cuando aprendían a caminar. La chica en el bikini negro usaba unos tacones negros especialmente altos; mientras se movía en su lugar, su tacón derecho se le atoró en el piso. Su pie se salió del zapato, revelando una fea marca roja en la parte que rozaba con su tendón de Aquiles. La chica frunció el ceño, jaló el zapato de nuevo con los dedos del pie, pero esta vez su pie se salió por completo dejando a la vista la redondez rosada de su talón descubierto y sus dedos flexionándose en el aire. Lily tuvo que desviar la mirada, como si estuviera viendo a una mujer quitarse el vestido en público. Un micrófono sonó y un hombre declaró: —¡Bienvenidos al tercer pícnic anual de la Alianza Independiente de Ciudadanos Chinoestadounidenses y al Concurso Señorita del Barrio Chino! La audiencia reunida en el jardín aplaudió y lanzó vítores. Una mujer mayor que llevaba un portapapeles empezó a reunir a las chicas en una línea detrás de la mampara preparándolas para subir las escaleras hacia el escenario. Lily se volteó y se apresuró hacia el camino que llevaba al jardín. Vio que su familia estaba por el centro de la multitud, reunida en una vieja manta áspera del ejército marcada con el nombre de su padre, Capt. Joseph Hu, en pintura blanca. Estaban rodeados por otras familias, todos descansando bajo el claro cielo azul, todos observando el escenario colocado al frente del edificio principal. Lily vio que su mamá se levantaba y ponía de pie a Frankie, de cuatro años. Su papá seguía sentado en la manta y le dio a mamá su bolsa, entonces ella y Frankie caminaron hacia el sendero a la orilla del jardín. El tío Francis y la tía Judy, sentados al lado del padre de Lily, veían el escenario con expresiones contradictorias. El tío Francis estaba absorto; la tía Judy se veía escéptica. No había señales de Eddie, el hermano de Lily, en ningún lado; ella supuso que él andaría por ahí jugando con sus amigos. Lily se encontró con su mamá en el sendero. —Llevaré a Frankie al baño —dijo mamá—. Todavía queda algo de pollo frito. Alguien encendió unos petardos mientras Lily atravesaba el jardín. El sol de verano se estaba hundiendo caliente y seco en su cabello negro. Era el verdadero clima de verano aquí en Los Altos: clima de paletas de hielo, no como en San Francisco, donde hace frío y hay neblina. A lo largo del día, Lily se había estado retirando las capas de ropa que se había puesto aquella mañana en su casa en el Barrio Chino; ahorita ya solo estaba usando una blusa de manga corta y una falda de algodón, deseaba haberse puesto sandalias en vez de zapatos y calcetines. Cuando llegó con su familia, se agachó para tomar la última pieza de pollo frito de la cesta. Su amiga Shirley Lum estaba sentada cerca, con su familia, y le hizo señas a Lily para que fuera con ellos. —¿Puedo irme a sentar con Shirley? —le preguntó Lily a su padre, quien asintió mientras el maestro de ceremonias comenzaba a presentar a todas las concursantes. Sus nombres resonaron por encima del jardín, mientras Lily se enderezó, con el muslo de pollo en la mano. —¡La señorita Elizabeth Ding! —¡La señorita May Chinn Eng! Lily se sentó con Shirley sobre su manta, un viejo mantel blanco, y dobló sus piernas a un lado; acomodó su falda como una dama. Shirley se inclinó hacia ella y le dijo: —Mi favorita es