Author/Uploaded by Roberto Sánchez
Índice Noche en vela Noche en vela Mi nombre es Tomás Luzón Noche en vela Como cuando llamé a Todo Ruan Uno se empeña Lo de Alain era un misterio Noche en vela Ventura y Cristina Así empezó lo nuestro Cuando...
Índice Noche en vela Noche en vela Mi nombre es Tomás Luzón Noche en vela Como cuando llamé a Todo Ruan Uno se empeña Lo de Alain era un misterio Noche en vela Ventura y Cristina Así empezó lo nuestro Cuando Adela Mota se plantó Por cuestionarme Hago esfuerzos Pero volvamos al teatro En su magia está lo indescifrable Noche en vela Recuerdo una enorme paz Llegué a acostumbrarme Antes de que pudiera explicarle nada Habíamos cenado en silencio A treinta kilómetros de allí Mary, ahora Dolores Querido Javier Noche en vela Sin llegar a ser arisco Me tranquilizó saber Un mes, más o menos En la lista de sospechosos Hasta aquel momento Si quieres saber qué ocurrió Me gustaría haber recibido cartas Después hubo muchas más Un día por otro Noche en vela El apartamento Me levantaba a la hora de comer Asdrúbal entraba en trance Noche en vela Un billete de ida y vuelta Noche en vela Tenía que salir Noche en vela Ahora teníamos un nuevo frente Noche en vela Sería coser y cantar Noche en vela Se dejó interrogar Habíamos encontrado Fue discreto El proyecto Fue un revés Noche en vela Mary tenía una pizarra Noche en vela Había algo parecido Noche en vela En diciembre de 2015 Al final Epílogo Agradecimientos Sobre este libro Sobre Roberto Sánchez Créditos A Teresa, Silvia y Nuria, mis días lúcidos y la fe en mis noches en vela; a quienes no quiero echar de menos jamás Noche en vela Noche en vela no es el mejor nombre para un programa nocturno. Tampoco es el espacio con el que ha soñado culminar su carrera Raúl Solís. Demasiado evidente lo primero; excesivamente vulgar y previsible lo segundo. Cada noche, antes de colocarse con cierta pose de hastío frente al micro, dispuesto a escuchar historias mil veces contadas, Raúl solo encuentra consuelo en una profunda bocanada de brisa marina que aspira desde la terraza que bordea el piso veintidós, con unas impresionantes vistas, a la que dan los ventanales del apartamento convertido en estudio de radio. «No te quejes. Esto ha vuelto a darte la vida». A tres vientos, se presenta una llanura diáfana; la salida abierta de Barcelona al mar. Al otro lado, por la cara norte, los días que clarea y no hay boira, se intuyen los recortes de los primeros macizos de los Pirineos, con la cumbre de la estación de Masella nevada a mitad de octubre. Es su panorámica favorita, y la que se lleva en la retina al amanecer cuando vuelve a su retiro en soledad, con la mente cargada de nieblas espesas y peleándose con el sueño, con el que hace años que también mantiene una relación irreconciliable. Hoy es una de esas noches en las que la caída al vacío de la colilla de su último cigarro le ha parecido demasiado seductora. «Pero ¿no habíamos quedado en que esto ha vuelto a darte la vida?». Sí. Salvo que a veces se pone trampas en el camino. Raúl sabe que la nostalgia no le sienta bien. Anoche incitó a un oyente (él cree que de manera inconsciente, aunque su terapeuta se lo rebatiría) para que su testimonio lo llevara de cabeza al fango, hasta la misma mierda. —Y con esa máquina de borrar cosas del pasado, ¿qué harías, Daniel? —El regalo imaginario que le ofrecía no era inocente. La pregunta tampoco. Y Daniel, un camionero que estaba a punto de dejar su carga en el puerto de Sagunto, fue capaz de verbalizar lo que Solís, pese a tanta labia y verborrea en la radio, tenía clavado como un puñal pero jamás había sabido decirle a los suyos. —Me gustaría borrar mi divorcio. No el divorcio en sí, sino lo mal que lo hice todo. Como el culo, Raúl. Ojalá le hubiera evitado el dolor a mis niñas. Eso es lo que borraría. Lo daría todo por conseguirlo. Todavía recuerdo a mi chiquilla sentada sobre mi regazo, abrazada a mí, sin entender por qué su padre se iba de casa. Se enciende la luz roja y arranca la sintonía del piano. Último aviso de Beatriz: «¡Dentrooo!». Entonces Raúl se sube la solapa de la chaqueta, se frota las manos y se promete que, esta vez sí, ese era el último cigarrillo. Y que esa será, al fin, su noche. En el interior le espera un golpe de calor seco en un escenario que reproduce a pequeña escala la suite presidencial del hotel que patrocina la emisión, al que le debe el puñetero título. «Noche en vela con Raúl Solís, en Radio Cadena Nacional». Sube de nuevo la sintonía del piano. Raúl se atusa el pelo. Tres cámaras controladas en remoto emiten el programa en vídeo para YouTube, Twitch, Twitter y Facebook. El hotel se muestra al mundo. Se coloca los auriculares y guiña un ojo a Beatriz. Levanta la mano para llamar la atención de Miguel, pero el realizador está enfrascado en la mesa de mezclas ajustando la ecualización del micrófono. La tiene. El viejo técnico suspira al fin aliviado y mira a Raúl con socarronería y desafío. Ha reaccionado a tiempo para ahorrarse los (malos)
Author: Michel Faure; Éric Cheysson
Year: 2023
Views: 51983
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