Primera sangre Cover Image


Primera sangre

Author/Uploaded by Amélie Nothomb

PRIMERA SANGRE AMÉLIE NOTHOMB Traducción de Sergi Pàmies ANAGRAMA Panorama de narrativas Título de la edición original: Premier sang Edición en formato digital: enero de 2023 © imagen de cubierta, Photography Agency Iconoclast / foto © Jean-Baptiste Mondino © de la traducción, Sergi Pàmies, 2023 © Éditions Albin Michel, 2021 © EDITORIAL ANAGRAMA, S.A., 2023 Pau Claris 172, Principal 2ª 08037 Barc...

Views 37379
Downloads 3528
File size 391.5 KB

Content Preview

PRIMERA SANGRE AMÉLIE NOTHOMB Traducción de Sergi Pàmies ANAGRAMA Panorama de narrativas Título de la edición original: Premier sang Edición en formato digital: enero de 2023 © imagen de cubierta, Photography Agency Iconoclast / foto © Jean-Baptiste Mondino © de la traducción, Sergi Pàmies, 2023 © Éditions Albin Michel, 2021 © EDITORIAL ANAGRAMA, S.A., 2023 Pau Claris 172, Principal 2ª 08037 Barcelona ISBN: 978-84-339-1818-5 Composición digital: www.acatia.es [email protected] www.anagrama-ed.es Mi padre es un niño grande al que tuve cuando yo era muy pequeño. SACHA GUITRY Me llevan ante el pelotón de fusilamiento. El tiempo se estira, cada segundo dura un siglo más que el anterior. Tengo veintiocho años. Frente a mí, la muerte tiene el rostro de los doce ejecutantes. La costumbre exige que, de entre todas las armas repartidas, una esté cargada con balas de fogueo. Así cada uno de ellos puede considerarse inocente del asesinato que está a punto de perpetrarse. Dudo que esta tradición se haya respetado hoy. Ninguno de esos hombres parece necesitar una posibilidad de inocencia. Hace unos veinte minutos, cuando he oído que gritaban mi nombre, enseguida he sabido lo que significaba. Y juro que he suspirado de alivio. Como van a matarme, ya no tendré que hablar más. Llevo cuatro meses negociando nuestra supervivencia, cuatro meses en los que me he entregado a interminables asambleas con el fin de posponer nuestro asesinato. ¿Quién defenderá ahora a los demás rehenes? No lo sé, y eso me angustia, pero una parte de mí se siente reconfortada: por fin voy a poder callarme. Desde el vehículo que me ha trasladado hasta el monumento, he contemplado el mundo y he empezado a apreciar su belleza. Qué lástima tener que abandonar un lugar tan espléndido. Qué lástima, sobre todo, haber necesitado veintiocho años de existencia para ser así de sensible. Me han tirado del camión y el contacto con la tierra me ha encantado: este suelo tan acogedor y blando, ¡cómo me gusta! ¡Qué planeta tan agradable! Creo que podría disfrutarlo mucho más. Pero también para eso es demasiado tarde. Por un momento me alegra la idea de que en unos minutos mi cadáver vaya a ser abandonado sin sepultura. Es mediodía, el sol dibuja una luz intransigente, el aire destila excitantes aromas a vegetación, soy joven y reboso salud, morir es demasiado estúpido, ahora no. Sobre todo no pronunciar palabras históricas, sueño con el silencio. A mis oídos no les gustará el ruido de las detonaciones que me van a masacrar. ¡Y pensar que llegué a envidiarle a Dostoievski la experiencia del pelotón de fusilamiento! Ahora me toca a mí experimentar esta revuelta de mi ser más íntimo. No, rechazo la injusticia de mi muerte, reclamo un instante más, cada momento es tan intenso, nada excepto saborear el transcurso de los segundos me basta para calmar la angustia. Los doce hombres me apuntan. ¿Veo pasar mi vida ante mí? Lo único que experimento es una revolución extraordinaria: estoy vivo. Cada momento es divisible hasta el infinito, la muerte no podrá alcanzarme, me sumerjo en el núcleo duro del presente. El presente empezó hace veintiocho años. En los balbuceos de mi consciencia, veo mi insólita alegría de existir. Insólita por insolente: alrededor de mí reinaba el dolor. Tenía ocho meses cuando mi padre murió en un accidente de desactivación de minas. Lo cual prueba que morir es una tradición familiar. Mi padre era militar; tenía veinticinco años. Aquel día le tocaba aprender a desminar. El ejercicio fue breve: por error, alguien había colocado una mina de verdad en lugar de una falsa. Murió a principios de 1937. Dos años antes se había casado con Claude, mi madre. Era el gran amor tal como se vivía en aquella Bélgica de buenas familias que tan singularmente evoca el siglo xix: con contención y dignidad. Las fotos muestran a una joven pareja cabalgando por el bosque. Mis padres van muy elegantes, son guapos y delgados, se quieren. Parecen personajes de Barbey d’Aurevilly. Lo que me asombra de esas fotografías es la expresión de felicidad de mi madre. Nunca la vi así. El álbum de su boda acaba con las instantáneas de un funeral. Evidentemente, ella tenía intención de escribir los pies de foto más adelante, cuando tuviera tiempo. Al final, nunca sintió el deseo de hacerlo. Su vida de esposa satisfecha duró dos años. A los veinticinco encontró su expresión de viuda. Nunca se quitó esa máscara. Incluso su sonrisa se había congelado. La dureza se apoderó de aquel rostro y lo privó de su juventud. Su familia le dijo: —Por lo menos te queda el consuelo de tener un bebé. Ella volvió la cabeza hacia la cuna y vio a una hermosa criatura de expresión feliz. Tanta jovialidad la desanimaba. Cuando nací, sin embargo, me quería. Su primer hijo era un niño: la felicitaron. Ahora sabía que yo no era su primer hijo sino el único. La indignaba la idea de que tuviera que sustituir el amor hacia su esposo por el amor hacia un hijo. Por supuesto, nadie se lo había planteado en esos términos. Pero fue así como ella lo interpretó. El padre de Claude era general. La muerte de su yerno le pareció muy aceptable. Ni siquiera la comentó. La Gran Muda tenía en él al gran mudo1. La madre de Claude era una mujer tierna y dulce. La suerte de su hija la horrorizaba. —Confíame tu pena, pobrecita mía. —Para, mamá. Déjame sufrir. —Sufre, sufre con ganas. Solo será un tiempo. Luego te volverás a casar. —¡Cállate! No me volveré a casar jamás, ¿me oyes? Andró era y es el hombre de mi vida. —Por supuesto. Ahora tienes a Patrick. —¡Qué cosas dices! —Quieres a tu hijo. —Sí, lo quiero. Pero deseo los brazos de mi marido, su mirada. Deseo su voz, sus palabras. —¿Quieres volver a vivir en casa? —No. Quiero quedarme en mi piso de casada. —¿Me confiarías a Patrick por un tiempo? Claude se encogió de hombros en señal de asentimiento. Mi abuelita,

More eBooks

Silver Spoon MC Collection: Nichole's Crew Cover Image
Silver Spoon MC Collection: Nichole...

Author: Rose, Nichole

Year: 2023

Views: 57907

Read More
Finn Cover Image
Finn

Author: Stephen King

Year: 2023

Views: 23868

Read More
As We Fight Cover Image
As We Fight

Author: K.G. Reuss

Year: 2023

Views: 9685

Read More
Never Let Her Go Cover Image
Never Let Her Go

Author: A.M. Strong

Year: 2023

Views: 58356

Read More
Covet Cover Image
Covet

Author: R. E. Butler

Year: 2023

Views: 32794

Read More
Murder at the Seven Dials Cover Image
Murder at the Seven Dials

Author: Cara Devlin

Year: 2023

Views: 10571

Read More
The Swimmers Cover Image
The Swimmers

Author: Chloe Lane

Year: 2023

Views: 40952

Read More
Good Town: A heartbreaking World War II tale based on a true story Cover Image
Good Town: A heartbreaking World Wa...

Author: Mary Louise Wells

Year: 2023

Views: 24166

Read More
Rumpel's Wolf Cover Image
Rumpel's Wolf

Author: Kenzie Graves

Year: 2023

Views: 11839

Read More
Tens - The Takeover Cover Image
Tens - The Takeover

Author: Jaye Pratt; Jenna Daring

Year: 2023

Views: 17767

Read More