Author/Uploaded by Jennifer Hillier
COSAS QUE HACEMOSA OSCURAS Jennifer Hillier Traducción: Carmen Bordeu Hillier, Jennifer Cosas que hacemos a oscuras / Jennifer Hillier. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Trini Vergara Ediciones, 2022. Libro digital, EPUB Archivo Digital: descarga y online Traducción de: Carmen Bordeu....
COSAS QUE HACEMOSA OSCURAS Jennifer Hillier Traducción: Carmen Bordeu Hillier, Jennifer Cosas que hacemos a oscuras / Jennifer Hillier. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Trini Vergara Ediciones, 2022. Libro digital, EPUB Archivo Digital: descarga y online Traducción de: Carmen Bordeu. ISBN 978-987-8474-58-8 1. Narrativa Canadiense. 2. Novelas Psicológicas. 3. Mujeres. I. Bordeu, Carmen, trad. II. Título. CDD C823 Título original: Things we do In the dark Edición original: Macmillan Publishing Group, LLC Derechos de traducción gestionados por St. Martin's Publishing Group en colaboración con International Editors Co. © 2022 Jennifer Hillier © 2023 Trini Vergara Ediciones www.trinivergaraediciones.com © 2023 Motus Thriller www.motus-thriller.com España · México · Argentina ISBN: 978-987-8474-58-8 Índice de contenidos Portadilla Legales Dedicatoria Primera Parte Capítulo 1 Capítulo 2 Capítulo 3 Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7 Capítulo 8 Capítulo 9 Segunda Parte Capítulo 10 Capítulo 11 Capítulo 12 Capítulo 13 Capítulo 14 Capítulo 15 Capítulo 16 Capítulo 17 Capítulo 18 Capítulo 19 Capítulo 20 Capítulo 21 Capítulo 22 Capítulo 23 Tercera Parte Capítulo 24 Capítulo 25 Capítulo 26 Capítulo 27 Capítulo 28 Capítulo 29 Capítulo 30 Capítulo 31 Capítulo 32 Cuarta Parte Capítulo 33 Capítulo 34 Capítulo 35 Capítulo 36 Capítulo 37 Capítulo 38 Quinta Parte Capítulo 39 Capítulo 40 Capítulo 41 Capítulo 42 Capítulo 43 Capítulo 44 Capítulo 45 Sexta Parte Capítulo 46 Capítulo 47 Capítulo 48 Agradecimientos Si te ha gustado esta novela... Jennifer Hillier Manifiesto Motus COSAS QUE HACEMOS A OSCURAS Jennifer Hillier Traducción: Carmen Bordeu Para MoxEres el sol que me iluminay el aire que respiroy la razón de todo. PRIMERA PARTE Puede matar con una sonrisa, puede herir con sus ojos. Billy Joel CAPÍTULO 1 Hay un tiempo y un lugar para tener los pezones erectos, pero está claro que el asiento trasero de un coche de policía de Seattle no lo es. Paris Peralta no pensó en tomar un suéter antes de que la detuvieran, así que solo lleva puesta una camiseta sin mangas manchada de sangre. Después de todo, estamos en julio. Pero el aire acondicionado está al máximo y Paris tiene frío y se siente expuesta. Con las muñecas esposadas, lo único que puede hacer es entrelazar las manos y levantar los antebrazos para cubrirse los pechos. Parece que está rezando. No está rezando. Es demasiado tarde para eso. Le late la cabeza debajo del apósito tipo mariposa que le puso el paramédico antes de subirla al patrullero. Debió de golpearse contra el borde de la tina en algún momento de la noche anterior, aunque no recuerda haberse tropezado o caído. Lo único que recuerda es a su esposo, tendido en la tina llena de sangre, y los gritos que la habían despertado esa mañana. La detective rubia con coleta sentada al volante le echa otro vistazo por el espejo retrovisor. Desde que Jimmy firmó un contrato de streaming con Quan, el nuevo competidor de Netflix, seis meses atrás, la gente la ha estado mirando mucho. Paris lo detesta. Cuando se casó con Jimmy, actor y comediante retirado, esperaba vivir una vida tranquila. Ese era el trato que habían hecho; ese era el matrimonio al que ella se había comprometido. Pero luego Jimmy cambió de idea y volvió al trabajo y eso había sido casi lo peor que podía haberle hecho. Y ahora está muerto. La detective la ha estado vigilando en el asiento trasero todo el tiempo; sus ojos se han desplazado del camino al espejo retrovisor cada escasos minutos. Paris ya se dio cuenta de que la mujer considera que es culpable. De acuerdo, es cierto que la escena no la ayudó demasiado. Había mucha sangre y, cuando la detective llegó al lugar, tres oficiales ya estaban en el dormitorio con las armas apuntando a Paris por el hueco de la puerta del baño. Pronto hubo cuatro pares de ojos que la miraban como si hubiera hecho algo terrible. Nadie parecía parpadear ni respirar, incluida ella. —Señora Peralta, por favor, baje el arma —había dicho la detective. Su voz era tranquila y directa mientras desenfundaba la pistola—. Y luego salga del baño despacio y con las manos en alto. “Pero no tengo un arma”, pensó Paris. Era la segunda vez que alguien le pedía que hiciera eso y, al igual que antes, no tenía sentido. “¿Qué arma?”. Entonces la detective bajó la vista con rapidez. Paris siguió su mirada y se sorprendió al darse cuenta de que aún sostenía la navaja de afeitar de Jimmy. Y no solo la sostenía, sino que la mantenía aferrada en su mano derecha, con los dedos apretados alrededor del mango y los nudillos blancos. La levantó y la contempló con asombro mientras la hacía girar en la mano. A los uniformados no les gustó eso, y la detective repitió su petición en un tono más alto y autoritario. Todo aquello era muy absurdo. Estaban exagerando. Paris no tenía un arma en la mano. Solo era un utensilio de afeitar, una de las tantas navajas que tenía Jimmy, porque su esposo era un tipo anticuado a quien le gustaba afeitarse