Author/Uploaded by Camila Winter
El conde de Warwick Camila Winter ©2022 todos los derechos reservados. El conde de Warwick. Camila Winter. Novela de regencia. Ficción histórica. Saga herederas victorianas. Prohibida su reproducción total o parcial sin el consentimiento de su autor. Todos los nombres, lugares mencionados en la presente son ficción y no guardan semejanza con personas reales. ©María Noel Ma...
El conde de Warwick Camila Winter ©2022 todos los derechos reservados. El conde de Warwick. Camila Winter. Novela de regencia. Ficción histórica. Saga herederas victorianas. Prohibida su reproducción total o parcial sin el consentimiento de su autor. Todos los nombres, lugares mencionados en la presente son ficción y no guardan semejanza con personas reales. ©María Noel Marozzi Dutrenit creadora de los seudónimos Camila Winter. Febrero 2023 Tabla de Contenido Derechos de Autor El conde de Warwick (Herederas Victorianas 4) | Camila Winter | Mansión de White hall | Londres 1889 El conde de Warwick (Herederas Victorianas 4) Camila Winter –––––––– Mansión de White hall Londres 1889 LA SEÑORITA MADELEINE Reynard se paseaba por la mansión molesta con la idea de tener un tutor hasta cumplir la mayoría de edad o encontrar un esposo. Su largo cabello envuelto con cintas blancas resaltaba la delicada y brillante cabellera castaña y su lujoso vestido, traído de París era lo más lujoso que había en Londres y solo ella podía lucirlo pues era hija de un millonario en tono azul pues odiaba el negro, y se negaba a llevarlo todos los días resaltaban sus ojos de un azul profundo de espesas pestañas. Era una criatura hermosa y desbordante, llamaba la atención a donde quiera que fuera y todos la conocía por la francesa de París pues a pesar de haber vivido durante años en ese país, había aprendido su idioma, pero no perdido el acento. Y aunque durante años gozó de muchos privilegios esa horrenda carta, esa misita la crispaba por completo. Luego de saber del testamento de su padre solo podía sentirse rabiosa y traicionada. Aunque sabía que era su culpa, pues de haberse casado cuando se lo pidió él encarecidamente años atrás, entonces ahora en vez de un viejo tutor gruñón tendría un esposo, más joven y seguramente complaciente pues moriría de amor por ella y no tendría que abandonar su lujosa mansión para hacer ese viaje a Northumbria. El problema había sido ese. Que de todos los pretendientes que tuvo luego de ser la bella y rica debutante de la temporada, no sabía cuál la amaba apasionadamente y cuál solo se esforzaba en fingir que lo hacía. Su millonaria herencia era lo más tentador de todo en realidad, y ni las debutantes más bellas escapaban de eso. Sabía por chismes que muchas eran engañadas, embaucadas y hasta seducidas para luego quedarse atrapadas en un matrimonio sin amor y comprender que solo querían sus dotes y no a ellas... La joven recordó que tuvo muchos enamorados en el pasado, pero no tenía prisa, era tan joven e inexperta. Además, su padre era millonario. ¿Qué necesidad tenía de casarse a esa edad? No entendía por qué debía buscar marido cuando solo tenía diecisiete años todavía con diecinueve le parecía prematuro. Luego estaba la insistencia de su padre en que su esposo fuera un caballero de noble linaje para que su hija fuera llamada Lady Madeleine de tal un día. Esa era la condición además de que él debía comprobar su linaje y fortuna. Jamás entendería la obsesión de su padre por el linaje y que ella llevara el título de lady, pero él apartaba sutilmente a sus nuevos amigos con un suave empujón y le decía: “este no, este tampoco... por favor deja esa tonta amistad con lord Ponsonby, es un pobre diablo, tampoco me agrada que bailéis más de una pieza con un caballero a quien no conozcas”. Su padre sabía todo de las familias inglesas más importantes y había hasta confeccionado una lista con los pretendientes que él admitiría en su cortejo, solo que tuvo la sensación de que no llegó a conocer a ninguno. Un día la joven se quejó de que solo quisiera casarla con el hijo de algún conde y él simplemente dijo: —Para mi hija quiero lo mejor. ¿Por qué pensaría eso? ¿Por qué creería que los nobles ingleses eran superiores a los demás mortales? Ella prefería uno que fuera apasionado y guapo, especialmente lo segundo, divertido, alegre, pero los nobles que le fueron presentados como candidatos a tener en cuenta eran fríos, altaneros y nada guapos. Mucho menos divertidos ni apasionados. “Es que lo que tú sueñas amiga, no existe más que en las novelas que lees” le dijo su amiga Loren una vez. Quizás tuviera razón. Pero es que ella quería escoger a su esposo y ninguno le parecía lo suficientemente guapo ni agradable y si lo era, tenía tanta mala suerte que resultaba ser un pícaro, un libertino o un bribón cazafortunas. Recordó esos tiempos con nostalgia y dolor, pues ¿qué iba a imaginar que su padre moriría de forma tan repentina cuando todavía no había encontrado el esposo apropiado? Su padre, un hombre robusto y lleno de vida, fuerte como un toro, que bebía todos los viernes con sus amigos, iba a fiestas y se metía en la vida política de ese país, un día despertaría muerto luego de sufrir un ataque al corazón. El doctor que lo atendió dijo que su padre debía sufrir del corazón, pero no lo dijo a nadie. —¿Acaso no había notado cambios en él, en sus hábitos, no lo notaba cansado y desganado? —le dijo el doctor con gesto interrogante y una barba poblada y muy oscura. La llevaba escandalosamente larga, aunque prolija... a ella no le gustaban mucho las barbas ni los doctores en realidad. Y la jovencita lloró cuando el doctor le preguntó eso. Pues no, no lo había notado. Su padre era un hombre alegre y tenía una vida social intensa y, además, siempre estaba planeando nuevos negocios. Nuevos proyectos pues se había aburrido de su negocio de tiendas en Londres. Era inmensamente rico, pero sabía que antes de morir, por conversaciones que escuchó, estaba planeando invertir en tierras, en hoteles pues decía que muchos viajeros llegaba a Inglaterra Él mismo le leyó el testamente con mucha solemnidad días atrás y le decía con claridad que era