Author/Uploaded by Sarah Adams
Índice Las reglas del juego 1. Bree 2. Bree 3. Nathan 4. Bree 5. Bree 6. Bree 7. Bree 8. Nathan 9. Bree 10. Nathan 11. Bree 12. Nathan 13. Nathan 14. Bree ...
Índice Las reglas del juego 1. Bree 2. Bree 3. Nathan 4. Bree 5. Bree 6. Bree 7. Bree 8. Nathan 9. Bree 10. Nathan 11. Bree 12. Nathan 13. Nathan 14. Bree 15. Bree 16. Nathan 17. Bree 18. Nathan 19. Bree 20. Bree 21. Nathan 22. Bree 23. Nathan 24. Bree 25. Bree 26. Nathan 27. Bree 28. Bree 29. Nathan 30. Bree 31. Bree 32. Bree Epílogo. Bree Sobre este libro Sobre Sarah Adams Créditos Advertencia de contenido sensible ATENCIÓN, CONTIENE SPOILERS Se advierte a los lectores de que en estas páginas aparecen descritos ataques de pánico. Dado que yo misma padezco ansiedad y ataques de pánico, espero haber tratado este tema con el cuidado y la sensibilidad que merece. A mi mejor amigo, Chris. Gracias por excederte siempre con tus bromas, y por proporcionarme tanto material para mis libros. Además, eres supersexy. Y eso también es estupendo. CHULETA DE JUGADAS: Papel que el mariscal de campo lleva en la muñequera para consultar fácilmente las jugadas que el equipo va a realizar. 1 Bree Evitar que se te caigan dos tazas de café ardiendo y una caja de dónuts mientras estás intentando abrir una puerta principal no es tarea fácil. Pero como soy la mejor amiga que una persona podría desear, lo que le recordaré a Nathan en cuanto entre en su piso, lo consigo. Siseo cuando, al girar la llave, una salpicadura de café que sale disparada por el agujerito de la tapa me cae en la muñeca. Tengo la tez clara, por lo que hay un millón por ciento de probabilidades de que me deje una marca rojísima. En cuanto pongo un pie en el piso de Nathan —que, en realidad, no debería llamarse piso porque tiene el tamaño de cinco pisos grandes unidos entre sí—, su conocida fragancia limpia y fresca me arrolla como un autobús. Conozco tanto este olor que creo que podría seguirlo como un sabueso si alguna vez Nathan desapareciera. Con el talón de mi deportiva, cierro de golpe la puerta principal con el entusiasmo suficiente para advertir a Nathan de que estoy aquí. ¡ATENCIÓN, MARISCALES DE CAMPO SEXIS! ¡TAPAOS LAS VERGÜENZAS! ¡HAY UNA MUJER DE OJOS LASCIVOS EN CASA! Se oye un grito agudo en la cocina y frunzo el ceño de inmediato. Echo una ojeada dentro y veo a una mujer con un pijama de pantalón corto, color rosa pálido, apretujada contra el rincón más alejado de la encimera de mármol blanco de la cocina. Sujeta un cuchillo de carnicero contra su pecho. Nos separa una isla inmensa, pero por la forma en que los ojos se le salen de las órbitas, cabría pensar que yo le estoy presionando con otro igual en la yugular. —¡NO TE ACERQUES MÁS! —chilla, y yo entorno al instante los ojos preguntándome por qué tiene que ser tan chillona. Da la impresión de que lleva puesta una pinza de la ropa en el puente de la nariz y de que acaba de inhalar un globo entero lleno de helio. Levantaría las manos para no morir acuchillada, pero voy cargada con cosas para desayunar; cosas para mí y para Nathan, no para la señorita Chillona. Pero este no es mi primer rodeo con una de las novias de Nathan, de modo que hago lo que hago siempre y sonrío a Kelsey. Y sí, sé su nombre porque, aunque ella finge no acordarse de mí cada vez que nos vemos, lleva ya unos meses saliendo con Nathan y hemos coincidido en varias ocasiones. No tengo ni idea de cómo pasa Nathan el tiempo con esta mujer. Parece todo lo contrario del tipo de persona que yo elegiría para él; como todas. —¡Kelsey! Soy yo, Bree, ¿recuerdas? —«La mejor amiga de Nathan desde el instituto. La mujer que estaba aquí antes que tú y que seguirá aquí después de ti. ¡¿ME RECUERDAS?!». Suelta un gran resoplido de alivio y relaja los hombros. —¡Dios mío, Bree! Me has dado un susto de muerte. Creí que eras una acosadora que se había colado aquí de algún modo. —Deja el cuchillo, arquea una de sus cejas perfectamente cuidadas y murmura en voz no demasiado baja—. Aunque, bien mirado…, es lo que vienes a ser. La miro con los ojos entrecerrados y una sonrisa tensa. —¿Se ha levantado ya Nathan? Son las seis y media de la mañana de un martes, por lo que tengo la certeza de que ya está despierto. Cualquier novia de Nathan sabe que, si quiere verlo ese día, tiene que despertarse tan pronto como él. Este es el motivo por el que Kelsey, la del pijama de satén, está en la cocina con aspecto de cabreada. Nadie valora la mañana como Nathan. Bueno, salvo yo; a mí también me encanta. Pero somos más bien raros. Kelsey gira despacio la cabeza hacia mí con sus delicados ojos azul cielo encendidos de odio. —Sí. Está en la ducha. «¿Antes de que vayamos a correr?». Kelsey me mira como si le supiera mal tener que ampliar la respuesta. —Hace unos minutos me choqué sin querer con él al entrar en la cocina. Él llevaba su batido de proteínas en la mano