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Soy la muerte

Author/Uploaded by Chris Carter


 
 SOY LA MUERTE
 
 Soy la muerte
 Título original: I am Death
 © 2015 Chris Carter. Reservados todos los derechos.
 
 © 2022 Jentas A/S. Reservados todos los derechos.
 Traducción Jorge de Buen Unna
 © Traducción, Jentas A/S. Reservados todos los derechos.
 ePub: Jentas A/S
 
 ISBN 978-87-428-1241-9
 
 Reservados todos los derechos. Nin...

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 SOY LA MUERTE
 
 Soy la muerte
 Título original: I am Death
 © 2015 Chris Carter. Reservados todos los derechos.
 
 © 2022 Jentas A/S. Reservados todos los derechos.
 Traducción Jorge de Buen Unna
 © Traducción, Jentas A/S. Reservados todos los derechos.
 ePub: Jentas A/S
 
 ISBN 978-87-428-1241-9
 
 Reservados todos los derechos. Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de la cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida en manera alguna ni por ningún medio, ya sea eléctrico, químico, mecánico, óptico, de grabación o de fotocopia, sin la autorización escrita de los titulares de los derechos de la propiedad intelectual.
 
 
 Uno
 
 —Muchas gracias por venir tan de improviso, Nicole —dijo Audrey Bennett mientras abría la puerta principal de su casa de dos plantas y fachada blanca en Upper Laurel Canyon, un opulento barrio en la región de Hollywood Hills, en Los Ángeles.
 Nicole saludó a Audrey con una gran sonrisa.
 —No hay ningún problema, señora Bennett.
 Nacida y criada en Evansville, en el estado de Indiana, Nicole Wilson tenía ese acento tan característico del medio oeste. No era muy alta: un metro sesenta, y su aspecto no era exactamente el que las revistas de moda calificarían como llamativo, pero era un verdadero encanto, y su sonrisa, demoledora.
 —Pase, pase —dijo Audrey, y le hacía a Nicole un gesto con la mano para invitarla a entrar, como si tuviera prisa.
 —Siento llegar un poco tarde —dijo Nicole, que consultaba el reloj mientras entraba en la casa. Eran poco más de las ocho y media de la tarde.
 Audrey rio.
 —Usted ha de ser la única persona en todos Los Ángeles que considera que todo lo que sea menos de «diez minutos» es tarde, Nicole. Cualquiera de mis conocidos diría que esos diez minutos son «puntualidad elegante».
 Nicole sonrió, pero, a pesar del comentario, aún se sentía un poco avergonzada. Se enorgullecía de ser una persona estrictamente puntual.
 —Qué bonito vestido, señora Bennett. ¿Irá a algún sitio especial esta noche?
 Audrey frunció los labios y los torció de lado.
 —Cena en la casa de un juez. —Se inclinó hacia Nicole y soltó las siguientes palabras como un suspiro—: Son taaaaan aburridas.
 Nicole rio.
 —Ah, hola, Nicole —dijo James, el esposo de Audrey, quien bajaba por la escalera arqueada que conducía al segundo piso de la casa. Lucía un elegante traje azul oscuro con corbata de seda a rayas y un pañuelo a juego, también de seda, asomando apenas por el bolsillo de la chaqueta. En su pelo rubio caramelo peinado hacia atrás, como siempre, no parecía haber un solo mechón fuera de su sitio.
 —¿Estás lista, cariño? —le preguntó a su mujer antes de consultar rápidamente su reloj de pulsera Patek Philippe—. Tenemos que irnos.
 —Sí, lo sé, voy enseguida, James —contestó Audrey, antes de volverse otra vez a Nicole—. Josh ya está durmiendo —le explicó—. Ha jugado y corrido todo el día, y eso es estupendo, porque a las ocho en punto estaba tan agotado, que se quedaba dormido frente al televisor. Lo pusimos en la cama y, antes de que su cabeza tocara la almohada, ya estaba cuajado.
 —Ay, bendito —comentó Nicole.
 —Por la forma en que ha corrido hoy ese diablillo —dijo James Bennett mientras se acercaba a Audrey y Nicole—, dormirá hasta mañana. Esta será una noche fácil para usted, seguramente. — Del sillón de cuero, a su derecha, cogió el abrigo de Audrey. Ayudó a su esposa a ponérselo.— De verdad que tenemos que irnos, cariño —le susurró al oído antes de besarla en el cuello.
 —Lo sé, lo sé —dijo Audrey, y ya señalaba con la cabeza la puerta, justo al lado de la chimenea de piedra de río en la pared este del gran salón—. Sírvase lo que quiera de la cocina. ¿Sabe dónde está todo, verdad?
 Nicole afirmó con un sencillo movimiento de cabeza.
 —Si Josh llegara a despertarse y a pedir más tarta de chocolate, no le dé. Lo último que necesita es otro subidón de azúcar a medianoche.
 —Vale —respondió Nicole, con una renovada sonrisa.
 —Es posible que lleguemos muy tarde esta noche —continuó Audrey—, pero la llamaré más tarde para comprobar que todo esté bien.
 —Diviértanse —dijo Nicole mientras los acompañaba a la puerta.
 Después de bajar unos cuantos escalones del porche delantero, Audrey se volvió. Nicole alcanzó a leer en sus labios la palabra «aburrido».
 La chica cerró la puerta, subió las escaleras y entró de puntillas a la habitación de Josh. El niño de tres años dormía como un ángel. Envolvía entre sus brazos una criatura de peluche de enormes ojos y orejas. Desde la puerta del dormitorio, Nicole se lo quedó mirando un largo rato. Le parecía tan adorable, con ese mechón rubio rizado y las mejillas sonrojadas, que le entraron ganas de darle un abrazo, pero no quiso despertarlo. Le lanzó un beso desde la puerta y bajó las escaleras.
 En la sala de televisión, Nicole se sentó durante alrededor de una hora a ver una vieja película cómica antes de que su estómago empezara a hacer ruidos. Solo entonces recordó que Audrey había hablado de una tarta de chocolate. Consultó su reloj. Definitivamente, era la hora de la merienda, y una porción de tarta de chocolate le vendría a la perfección. Salió de la sala y volvió escaleras arriba a ver cómo estaba Josh. El niño dormía tan profundamente, que ni siquiera había cambiado de posición. Después de bajar las escaleras otra vez, Nicole atravesó el salón, abrió despreocupadamente una puerta y entró en la cocina.
 —¡Madre santa! —gritó asustada y respingó.
 —¡Madre santa! —gritó un milisegundo después el hombre que estaba a la mesa del desayuno, comiendo un sándwich. Instintivamente, y también aterrado, dejó caer el sándwich y se apartó de un salto hasta ponerse inmediatamente de pie. Volcó un vaso de leche y la silla cayó detrás de él.
 —¿Quién diablos es usted? —preguntó Nicole con voz ansiosa y dando un paso atrás, a la defensiva.
 El

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