Un Tiro Perfecto


 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 CAPÍTULO 1 ¡ZUM!
 —¡Batea, bateador, no dejes de batear!
 Layla Safar se rio al enfrentarse a la otra chica en la cancha de básquetbol.
 —Esto es básquetbol, no béisbol —dijo.
 —Dame un respiro —dijo Danika con una sonrisa. Se apartó el pelo rubio de la frente. Danika adoptó la postura de triple amenaza frente a Layla—. Pasé el verano con mis padres en Europa y me olvidé de todo.
 —¡Yo no! —dijo Layla y dribló por la cancha hacia la red. Lanzó su tiro. ¡Zum! Sin tocar la red.
 
 
 
 
 El balón cayó por la red. Layla hizo un gesto de victoria con la mano.
 —¡Sí! —dijo.
 Danika atrapó el balón.
 —¡Eso fue increíble! —dijo.
 Layla se sonrojó de placer. Danika era una de las mejores jugadoras de su equipo de básquetbol, las Green Meadows Wolves.
 —Gracias —dijo. Pasé la mayor parte del verano en el campamento de básquetbol y practiqué todos los días.
 —Se nota —dijo Danika. Estarás en el equipo de nuevo.
 —El año pasado fui suplente —dijo Layla, sonriendo—. Este año quiero ser titular, como tú.
 —Ni siquiera sé si entraré en el equipo —dijo Danika e hizo una mueca—. No practiqué nada este verano.
 —Seguro que sí —se desplazó hacia la línea central y bajó el cuerpo, poniéndose en posición.
 Danika imitó su posición.
 —Todavía me cuesta creer que el año pasado perdimos contra las Wildcats —dijo.
 —Esta temporada les ganaremos —prometió Layla.
 Danika le quitó el balón a Layla. Fingió ir hacia la izquierda y luego corrió por la cancha.
 Layla la persiguió. Se puso delante de Danika. Cuando Danika se lanzó a la canasta, Layla saltó y le quitó el balón de las manos a su amiga.
 Layla se apoderó del balón y se dirigió a la otra red. ¡Hora de hacer un pase al aro! Pie izquierdo, pie derecho, lanzar el balón. ¡Entró!
 —¡Fantástico! —Danika le lanzó el balón—. Ahora me toca a mí.
 Layla dribló el balón por el centro de la cancha. Danika corrió hacia la red. Layla le pasó el balón a Danika, que lo atrapó, hizo el tiro y encestó.
 —¡Estupendo! —dijo Danika. Le lanzó el balón a Layla.
 La bocina de un auto las sacó de su diversión.
 —Es mi mamá —dijo Danika—. ¿Quieres que te llevemos a tu casa?
 —Gracias —dijo Layla—. Hoy mi papá trabaja hasta tarde en el hospital.
 —Nos va a ir superbién en las pruebas —le aseguró Danika a su amiga.
 Layla chocó los cinco con ella.
 —¡Opino lo mismo! —dijo.
 
 
 CAPÍTULO 2 EN EL EQUIPO
 El martes por la tarde sonó el timbre de la última clase y Layla se dirigió a toda velocidad al vestuario del gimnasio. El vestuario resonaba con una charla nerviosa.
 Violet, una de las chicas del equipo del año pasado, se acercó.
 —Espero volver a entrar al equipo —dijo, luego hizo una mueca—. Y espero que esta vez no me lastime el tendón durante las finales.
 —¿Ya estás bien del pie? —preguntó Layla.
 —Creo que sí —dijo Violet, asintiendo.
 Layla vio a Sydney.
 —¡No lo puedo creer! —dijo con alegría—. Sydney, ¿vas a hacer la prueba?
 Sydney se ató la trenza y se acercó.
 —Ustedes se divirtieron mucho el año pasado —dijo—. Tenía que intentarlo. Además, me paso todo el tiempo jugando con ustedes en el parque o en su casa. Es mejor que me convierta en parte del equipo.
 —¡Buenísimo! —dijo Layla—. ¡Buena suerte!
 —¡Rápido, perezosas! —las llamó Danika—. ¡Vamos!
 Todas las niñas salieron del vestuario y entraron en el gimnasio. El suelo estaba pulido y resplandeciente, y las líneas de la cancha de básquetbol estaban recién pintadas y brillantes. La entrenadora Okar y el asistente Greenberg estaban esperando.
 El corazón de Layla se aceleró de emoción. Había practicado para este momento todo el verano, ¡y por fin había llegado!
 
 
 
 
 —¡Acérquense! —dijo la entrenadora Okar—. Me encanta verlas a todas. Estamos buscando jugadoras que amen el juego y a su equipo. Vamos a animarlas a que den lo mejor de sí mismas, ¡porque este año vamos a llegar a la final!
 Las chicas vitorearon.
 —¡Den diez vueltas! —dijo el asistente Greenberg.
 Layla corrió tan rápido como pudo. Terminó su última vuelta y volvió corriendo. Danika ya había terminado. Sydney y Violet seguían corriendo.
 —¡Apúrense! —dijo Danika—. ¡Vayan más rápido!
 Layla alentó a sus amigas.
 —¡Sigue adelante, Sydney! —dijo Danika—. ¡Tú puedes, Violet!
 —Muy bien —dijo el asistente Greenberg cuando la última niña terminó.
 —Ahora, practiquemos los tiros — continuó—. Tres jugadoras a la línea de tiro libre, tres a la izquierda de la red y tres a la derecha.
 Las niñas se colocaron en sus puestos.
 —Quiero que cada una haga una canasta — dijo el asistente Greenberg—. Pero no se puede rebotar el balón en el tablero, ni golpear el aro. Buscamos un tiro perfecto, solo red, ¿entienden?
 —Sigan intentándolo hasta que consigan ese sonido como un silbido —agregó la entrenadora Okar—. ¡Zum!
 Danika consiguió su tiro en el primer intento.
 —¡Así se hace! —animó Layla.
 Era el turno de Sydney. El balón rebotó en el tablero.
 —No te preocupes —dijo Layla—. La próxima.
 Sydney volvió a intentarlo. En su tercer intento, el balón entró.
 —¡Sabía que podías! —la animó Layla.
 «Me toca a mí», pensó Layla. Lo consiguió al primer intento. Sonrió. El año pasado le había costado tres intentos.
 Las pruebas continuaron con los entrenadores organizando jugadas de dos contra dos y ejercicios de pase.
 Cuando la entrenadora Okar hizo sonar el silbato final, la camiseta de Layla estaba empapada de sudor y sus piernas parecían de gelatina. Sus pases al aro no habían sido muy buenos y había hecho una falta a Violet en una de las jugadas, pero Layla estaba orgullosa de sí misma.
 —Vamos a tomar un helado —dijo Danika después de que se cambiaron.
 Las niñas se dirigieron a la salida, pero cuando