Author/Uploaded by Isobel Blackthorn
ASESINATO EN MYRTLE BAY MISTERIOS DE RUTH FINLAY LIBRO 1 ISOBEL BLACKTHORN Traducido por TOMAS IBARRA ÍNDICE Capítulo 1 Capítulo 2 Capítulo 3 Cap...
ASESINATO EN MYRTLE BAY MISTERIOS DE RUTH FINLAY LIBRO 1 ISOBEL BLACKTHORN Traducido por TOMAS IBARRA ÍNDICE Capítulo 1 Capítulo 2 Capítulo 3 Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7 Capítulo 8 Capítulo 9 Capítulo 10 Capítulo 11 Capítulo 12 Capítulo 13 Capítulo 14 Capítulo 15 Capítulo 16 Capítulo 17 Capítulo 18 Capítulo 19 Capítulo 20 Agradecimientos Sobre la Autora Derechos de autor (C) 2023 Isobel Blackthorn Diseño y Copyright (C) 2023 por Next Chapter Publicado en 2023 por Next Chapter Editado por Alicia Tiburcio Arte de portada: CoverMint Este libro es una obra de ficción. Los nombres, personajes, lugares e incidentes son producto de la imaginación de la autora o se usan de manera ficticia. Cualquier parecido con eventos, lugares o personas reales, vivas o muertas, es pura coincidencia. Reservados todos los derechos. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de ninguna forma o por ningún medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopias, grabaciones o cualquier sistema de almacenamiento y recuperación de información, sin el permiso de la autora. Este libro está dedicado en memoria de la verdadera Ruth Finlay. 1 —El puesto de Tupperware está arriba —dijo, señalando el edificio alargado de la fábrica—. Justo en la parte de atrás. Doris estaba ansiosa por ponerse en marcha. Creía que alguien más le arrebataría la tapa que estaba buscando. Una tapa para su cuenco naranja. Había llamado antes para asegurarse de que el dueño de la tienda tenía una. La viejecita siempre tenía que encontrar una razón válida para ella, para sus acciones. Le seguí la corriente. ¿Qué buen vecino no lo haría? Pero ya me estaba arrepintiendo de haberla invitado. —Solo una foto más de la pérgola —insistí. Los jardines eran una característica esencial de la fábrica Goodfellow. Estábamos en el extremo occidental, cerca de la entrada principal del mercado. La pérgola constaba de vigas de madera pintadas de rojo brillante, colocadas sobre columnas blancas de estilo dórico. Debajo, dos filas de bancos de colores brillantes flanqueaban un sendero del jardín. Doris fue y se apoyó en una de las columnas. — ¿Quieres que pose? Hizo una mueca pícara. «No, no quiero que poses». No valía la pena decirlo. De todos modos, ella posó. Clic, clic, clic. Era un día soleado y quería aprovechar el cielo despejado. Detrás de nosotros, hacia el este, la escultura de la azotea, una enorme oveja que miraba hacia Myrtle Bay, se veía más icónica que nunca contra ese fondo azul. Luego estaba el propio jardín ornamental. Era el final de la primavera y los macizos de flores eran un derroche de color. Los jardines estaban inmaculados, las exhibiciones tan pulcras, y había decoración acuática, rocallas y esculturas que admirar. Y decoración artística. Tenía que admitir que me encantaban los jardines bonitos. Cuando "Estilo de vida sureño" me invitó a escribir un artículo de seis páginas sobre la fábrica aproveché la oportunidad de escribir un artículo en mi propio patio trasero. No había necesidad de investigar y no había necesidad de viajar. Una ventaja. La fábrica solía hacer pantalones y trajes de lana, y tenía bastante historia, una en la que había comenzado a profundizar, pero ese día estaba allí para centrarme en el presente, ya que un par de décadas después del cierre de la fábrica, parte de ella se transformó en un mercado de antigüedades y objetos coleccionables. Un gran atractivo turístico. Y si quería hacerle justicia al lugar, necesitaba algunas buenas fotografías. Tomé varias más y luego una nube errática se deslizó frente al sol, llevándose consigo gran parte del calor que había estado disfrutando. Al ver que la paciencia de Doris se había agotado, metí la cámara en mi bolso. Parecía bastante impasible. Pero abría y cerraba los puños. Era algo que hacía cuando se sentía reprimida. Me acerqué a ella y le di un codazo. —Ven. —Lo más probable es que ya no esté —dijo con amargura. No pude evitar soltar una pequeña carcajada. — ¿Pero quién la podría comprar? —Para empezar, cualquiera de esas personas —agitó la mano hacia una multitud de turistas que salían de la fábrica—. Sin mencionar a cualquiera que salga por atrás. —Apuesto a que a ninguno de ellos le gusta el Tupperware. Este grupo no parece de ese tipo. — ¿Cómo lo sabes? —Confía en mí. Lo sé. —No puedes saberlo. Podía. Casi nadie en mi generación había oído hablar de Tupperware. Le di otro codazo. —Café y tarta, después. Yo invito. Eso la animó. — ¿En Las Tartaletas? —Dónde más. La dejé tomar la iniciativa. Era delgada para su edad, menuda y vivaz, largo y espeso cabello plateado atado en una cola de caballo, los mechones alrededor de su rostro recogidos con una diadema teñida. Se vistió para la ocasión con pantalones harem y una gruesa sudadera negra con capucha, la vestimenta era completada con un par de zapatillas color turquesa pálido. Siempre hubo un toque teatral en Doris Cleaver. Cuando entramos por las puertas de vidrio, noté el descenso repentino de la temperatura y comencé a codiciar su atuendo. Tuve que parar y reacomodar mi bufanda (nunca iba a ninguna parte sin una), ajustando la tela alrededor de mi cuello antes de abrocharme todos los botones de mi delgada chaqueta de algodón. Había olvidado lo frío que podía llegar a estar el mercado aún en un día cálido y Doris tenía tanta prisa que me había olvidado de ponerme un
Author: Vladimir Doudintsev
Year: 2023
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